viernes, 20 de mayo de 2011

Recordando a Ortega entre el ensimismamiento y la alteración




Don José Ortega y Gasset escribió «Ensimismamiento y alteración» en octubre de 1939, un mes después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La Guerra Civil española había terminado en abril de ese mismo año y Ortega se encontraba en el exilio desde 1936. Desde Argentina, país en el que se desarrolla la exposición de la conferencia y donde en ese momento Ortega vive, la guerra se ve con cierto distanciamiento, pero para Ortega todo el mundo está afectado por el conflicto, todo el mundo está alterado. Y a partir de esta situación de alteración nace su reflexión sobre la acción.
Y lo hace de forma semejante a la de Arnold Gehlen, a partir de las diferencias que separan al hombre de los animales. Para Ortega Los animales están constantemente en alerta, parece que están atentos a todo lo que está sucediendo en su entorno, pero la verdad es que están a merced de los estímulos: para ellos su vida es pura alteración. El hombre, por el contrario, tiene la capacidad de dar la espalda al mundo y volverse dentro de sí mismo, reflexionar, cortar los hilos que le unen al exterior, ensimismarse.
Sostiene Ortega que para el hombre el mundo está fuera de él, y el único fuera de ese fuera está justamente en su interior, dentro de él: en su dentro. El hombre es un animal diferente al resto de los animales, necesita volverse sobre sí mismo para que, alejándose de los estímulos, consiga superar la alteración.
Para Ortega el hombre, primero, se siente perdido, es la situación que denomina alteración. En un segundo momento reflexiona, se sumerge en su intimidad y gracias a este ensimismamiento forja un plan, un proyecto. En un tercer momento, el hombre vuelve al exterior y enfrentándose al mundo ejecuta el plan, es la acción.
El ensimismamiento está motivado por la alteración, y gracias al ensimismamiento el hombre se sumerge en el mundo de la ideas, proyecta. Cuando vuelve al exterior ejecuta el plan proyectado mediante la acción. Sin la acción el hombre no puede sobrevivir, y sin ensimismamiento no puede haber acción: no vivimos para pensar, pensamos para vivir.
Sostiene Ortega que el pensamiento no es algo que haya recibido el hombre gratuitamente, se lo ha ido ganando con esfuerzo, y su dejación provoca retrocesos, siendo el más radical el reingreso del hombre a la escala animal. Al hombre nada se le regala, todo tiene que conquistarlo.
Para Gehlen el hombre no tiene algo más que el animal, sino algo menos, es un ser carencial, pues carece de instintos, y para sobrevivir tiene que actuar, el hombre es un ser práxico.
Tanto para Ortega como para Gehlen el hombre más que por lo que tiene, escapa de la escala zoológica por lo que hace, es decir, por la acción.
Pero para Ortega la acción es actuar sobre el entorno conforme a un plan preconcebido en una previa contemplación o pensamiento. No hay, pues, acción auténtica si no hay pensamiento, y no hay auténtico pensamiento si éste no va debidamente referido a la acción.
Podemos considerar que la alteración de Ortega equivale a la sobrecarga de estímulos para Gehlen. El ensimismamiento de Ortega equivale al distanciamiento del inmediato «aquí y ahora» de Gehlen, esto es, la posibilidad de descarga del exceso de estímulos recibidos. El proyecto que permite el ensimismamiento conduce a Ortega a enfrentarse al exterior y a actuar con el conocimiento necesario para dominar el entorno. Sin embargo para Gehlen el conocimiento es una fase de la acción, siendo también el instrumento para desarrollar nuevos cursos de acción, en cuyo proceso se obtendrán nuevos conocimientos.
Para ambos la apropiación del mundo es una apropiación de sí mismo, para ambos el hombre crea la técnica mediante la acción para sobrevivir. Tanto para Gehlen como para Ortega la técnica es algo exclusivamente humano; idea ésta que en la actualidad no se sostiene.
Si mezclamos expresiones de ambos, podríamos decir que para solventar la alteración, el exceso de pulsiones, el hombre tiene que ensimismarme y crear un plan, esto es, establecer líneas de conducta que le permitan inhibir y diferir la satisfacción de la pulsión con la vista puesta en el futuro. Con esta inhibición surge la idea del tiempo y del plan, tanto para Ortega como para Gehlen.
Sin embargo el planteamiento de Ortega difiere del de Gehlen en algo fundamental. Para Ortega la reflexión es anterior a la acción, para Gehlen la acción es anterior a la reflexión. El planteamiento de Gehlen se identifica con el pragmatismo americano de Charles Sanders Peirce y William James, en el que se dan procesos cognitivos como fases de acción. Por el contrario el planteamiento de Ortega, en mi opinión, se distancia de dicha corriente.
Sostiene Ortega que la relación entre acción y contemplación no ha sido reconocida a lo largo de la Historia. Los pensadores griegos cuando descubrieron el pensamiento, la inteligencia, le confirieron con gran entusiasmo el mayor rango hasta entonces conocido.
Creyeron que el destino del hombre no era otro que ejercitar su intelecto, ensimismarse. El pensamiento se convirtió en principio y fin en sí mismo. Los griegos vivían para pensar.
Sostiene Ortega que son muchas las cosas que Occidente debe a los pensadores griegos, pero también les debe las limitaciones que nacen del intelectualismo, el culto a la inteligencia y a la cultura, que produjo lo que él denomina «Beatería de la cultura», en la que ésta se presenta como algo que se justifica a sí misma. En el intelectualismo el pensamiento se presenta al hombre como fin en sí mismo y no como la forma necesaria de crear un plan para volver al mundo exterior y actuar para modificar el entorno y posibilitar la supervivencia. Con el intelectualismo se intenta evitar el ensimismamiento y entregarse a la alteración. Por eso Europa, en esos momentos, se encuentra sumida en tal nivel de alteración, con el consiguiente peligro de que dicha situación se agrave.
Ortega presenta aquí una crítica contundente y acerada a la tradición occidental procedente de los pensadores griegos, que concede una preeminencia al intelecto y a la contemplación en detrimento de la acción. Para Ortega pensamos para vivir.
Ortega considera que en el tiempo que le ha tocado vivir, o bien domina la alteración con la consiguiente pérdida de capacidad de ensimismarse, de crear proyectos y emprender la acción para dominar el medio, o bien domina la acción sin reflexión, momento en el cual el hombre se pone fuera de sí y se convierte en aspirante al descenso, a recaer en la animalidad. Defiende Ortega que «para superar el pasado es preciso no perder el contacto con él; por el contrario, sentirlo bien bajo nuestras plantas porque nos hemos subido sobre él». María Zambrano, discípula suya, posiblemente pensando en sus palabras, dijo que «todo lo que pertenece al pasado necesita ser revivido, aclarado, para que no detenga nuestra vida»(1).


(1)  María Zambrano. “El pensamiento vivo de Séneca”. Editorial Cátedra. 1ª edición, Madrid, 1987. 3ª edición Madrid, 2010. Página 14.