martes, 31 de mayo de 2016

2. Entre Ríos (De mi libro «Once cuentos de espera»)





El 7 de junio de 1993, a las cinco y media de la tarde, llegaste a mi casa y me dijiste que me querías.

Yo estaba llorando y no podía creer que un hombre tan insignificante como tú se hubiera fijado en una mujer como yo. 

Hacía dos años que había abandonado la casa de mis padres, allá, en Buenos Aires, y ni siquiera podía creer que un hombre tan insignificante como tú…, no, eso ya lo he dicho, tan.., no sé, tan vulgar como tú, me hubiera dicho…, lo que me dijiste, que me querías.

Yo estaba llorando, no era para menos, mi marido me había dejado y se había ido con otra. Lo que más me irritaba es que esa otra hubiera nacido en Gibraltar. ¡Maldito Peñón!, hace siglos que alguien debió hacerlo pedazos a cañonazos.

Y ahí estabas tú, diciéndome que mis lágrimas estaban teñidas de dignidad y belleza.

Me llamaste Luciana, cuando sabías perfectamente que me llamo Lola, me dijiste que había nacido en Tarifa, cuando sabías perfectamente que nací en Buenos Aires. Me dijiste que todas las noches el mismo sueño visitaba tu descanso y lo interrumpía. Me dijiste que en ese sueño yo terminaba ocupando todo el espacio, que yo era el espacio.

Aún hoy, cuando siento el ritmo de tu respiración nocturna marcada por un aparato que impide que la apnea debilite aún más tu deteriorada salud, me pregunto qué es lo que tienes para que siga a tu lado. Será, digo yo, que me dijiste que me querías.

A veces, los humanos, nos olvidamos de las personas importantes, después nos arrepentimos.

Yo no quise arrepentirme.

En Madrid, a treinta y uno de mayo de dos mil dieciséis.