Federico Fellini
- ¿A dónde se retira Tiberio cuando deja las
riendas del Estado?
- A Capri, señor.
Profesor de Historia y
Titta. (‘Amarcord’ de Fellini).
Federico
Fellini nació en Rímini en enero de 1920 y falleció en Roma en octubre de 1993.
Dedicó toda su vida al cine, como guionista y director, y es considerado como
uno de los más geniales de todos los tiempos, algo que solemos escuchar, y
decir, siempre que nos referimos a ilustres creadores una vez que sus días han
terminado. Él decía de sí mismo: ‘No puedo ser objetivo ante mis películas por
una razón muy simple: no me considero un director profesional, cuyas películas
sean la expresión de un hombre que ejerce un oficio. Soy un narrador de
historias. Filmo porque me gusta contar mentiras, inventar historias y contar
cosas que vi, personajes que conocí. Sobre todo, me gusta contarme a mí mismo’.
Fue
ganador de cuatro premios Oscar a la mejor película de habla no inglesa, uno de
ellos por el filme objeto de este comentario (el mismo año de su estreno), así
como un Oscar honorífico a su trayectoria profesional (en 1993), poco antes de
su muerte.
El
título de la película, Amarcord, es
un sustantivo derivado de la oración ‘yo me acuerdo’, ‘me acuerdo’ o ‘recuerdo’
(a m’arcord) en Emiliano-romañol,
lengua vernácula de Emilia-Romaña, región de la que es capital Rímini. El
impacto de esta película fue de tal magnitud que amarcord entró a formar parte del léxico italiano general, con el
significado de ‘evocación en clave nostálgica’. En España el filme se tituló,
con buen criterio, Amarcord (Mis recuerdos), aunque son ciertamente memorias
muy peculiares las recogidas en la película, lo cual permite marcar distancias con
lo que pudiera ser considerado una obra autobiográfica.
Amarcord
se estrenó en 1973. En ese año el ejército estadounidense se retiraba de
Vietnam y tenía lugar la conocida como ‘Crisis del Petróleo’, producida por la
decisión de la OPEP de no suministrar crudo a los países que habían apoyado a
Israel en la guerra de Yom Kipur. En España, el almirante Carrero Blanco moría
víctima de un atentado terrorista de ETA. Faltaban dos años para la muerte del
general Franco y un lustro para la proclamación de la actual Constitución
española. La situación vivida en España al final de la dictadura propició que
para muchos esta película resultara especialmente atractiva.
Fellini
presenta en Amarcord una historia cuyo
argumento está constituido por un rompecabezas, un mosaico compuesto por
diversas historias desarrolladas sin continuidad y dejando multitud de cabos
sueltos. Este mosaico, no obstante, queda ordenado con la presencia de tres rasgos
que le dotan de cierta coherencia; el narrador, abogado que se presenta ante la
cámara con una bicicleta, en la que nunca va montado, y al que los niños
interrumpen y del que se burlan; Titta, el adolescente que supuestamente
representa a Fellini, sobre el que gira una gran parte de las particulares
historias compartimentadas que constituyen la narración, presentado como un
joven despreocupado por su entorno pero atento y asombrado por el mundo que le
rodea, y por último la música de Nino Rota, que evoca la decadencia y mediocridad
del conjunto.
Los
molinillos que vuelan por la ciudad y que anuncian la llegada de la primavera; la
típica foto anual de alumnos y profesores; la excursión con el tío Teo,
internado en un psiquiátrico y que aprovecha un descuido para subirse a un
árbol y gritar insistentemente: ‘¡Quiero una mujer!’, y al que Titta observará
y respetará; los habitantes que se dirigen en botes al mar para ver pasar el
transatlántico Rex; una carrera de coches; un motorista pirado; desfiles
fascistas; la guapa del lugar, Gradisca, siempre acompañada por dos acólitas, que
al final consigue casarse con un hombre rico y que manifiesta a los cuatro
vientos que quiere a todo el mundo, y la escena de la estanquera, probablemente
la más recordada.
A
Fellini le interesa presentar los rasgos esenciales que enmarcan la época que
constituyó su infancia, la década de los treinta, dominada por el fascismo y la
religión católica, que impregnaban todos los rasgos de la vida cotidiana; pero
sobre todo le interesa plasmar qué es lo que recuerda y cómo lo evoca, el modo
en que permanece en su memoria después del paso del tiempo.
Familia,
colegio, religión, fascismo, amigos, sexo…, todo pasa por el análisis crítico
que proyecta su obra, sin olvidar el culto al mundo de la mujer, que le
fascinaba, dentro de una visión marcadamente machista. Fascinación que comparto
con Fellini, si bien procuro por todos los medios posibles alejarme de cualquier
rasgo machista, aunque a veces no lo consiga. Y de esta forma nos encontramos con que la primera experiencia
sexual es dolorosa y sucia, huele mal y enferma. La tensión de un matrimonio en
total decadencia, la dignidad ideológica mantenida a duras penas en una Italia
impregnada de un mediocre autoritarismo, un tío vago y caradura que vive a
costa del cuñado...
Y
todo ello caracterizado de forma grotesca, memoria de una época estereotipada y
carente de espontaneidad. La crítica se presenta también mediante la exaltación
estúpida, los ditirambos, los casuales y desgraciados accidentes a los símbolos
más sublimes de la patria y de los grandes hombres que la lideran. Alumnos y
profesores con un aspecto que denota también los estragos de la memoria,
peinados, rasgos físicos exagerados y extravagantes.
Las características
apuntadas permiten considerar a Amarcord
una película de vigencia muy discutible. La forma de narrar, la época tratada,
desconocida para las generaciones actuales, no creo que despertara interés en
el público actual. Si fuera de nuevo proyectada en cines, asistirían cinéfilos
y seguidores de esa forma tan peculiar de contar historias que tenía Fellini, esos
que en la actualidad tenemos el pelo cano y a quienes nos interesó en su día.
Todo
ello evoca una forma de acercarse a los recuerdos con nostalgia, ternura,
melancolía, y también con una cierta amargura. Fellini es un hombre de gran
fantasía, y las personas con imaginación, como decía Antonio Machado, no
mienten, pues también la verdad se inventa (1). Las
verdades inventadas de Fellini toman distancia con el presente de la época en
que filmó la película y con el propio pasado que vivió, y presenta un ambiente
circense y grotesco. Fellini sabe reírse de sí mismo a la vez que no concede mucha
importancia a su historia, actitudes estas que denotan, a mi juicio, un gran
respeto hacia su pasado.
El
tiempo para Fellini aparece con ciertos tintes aristotélicos, con un antes y
después que hacen referencia al espacio y al movimiento. Su película se desarrolla
en un único espacio, Rímini, su ciudad natal, y su acción transcurre en el
ciclo de un año, del comienzo de una primavera al inicio de la siguiente. El
mundo es un perpetuo movimiento y constante destrucción. Pero su concepción a
veces tiene matices agustinianos, ya que el tiempo se presenta como una sensación
interior, psicológica, nunca está presente del todo, pues ‘No existe un tiempo
futuro largo, porque no es, sino que un largo futuro es una larga espera del
futuro. Y no hay un tiempo pasado largo, que no es, sino que un largo pasado es
una memoria larga de lo pasado’ (2). Tal vez
Fellini también esté reflexionando sobre el tiempo a la manera de Schelling, al
considerar que el presente como tal es nuestra propia historia, y es el pasado
el que nos amenaza y condiciona nuestra manera de ser y pensar.
Toda
esa forma de narrar los hechos recordados e inventar los olvidados, permite a
Fellini explorar el pasado más mágico de los pasados, aquel que pudo ser y no
fue. Aquellos caminos que quedaron abandonados porque elegimos unos diferentes
y se quedaron en nuestra memoria como puertas negras.
Fellini
aprovecha Amarcord para hacernos una
propuesta, abrir alguna de esas puertas y asomarse tras ellas, y de esta forma mostrar
que no esconden yoes tan imposibles como hubiéramos podido pensar. La
imaginación ha ido forjando sus alternativas y han terminado formando parte del
yo actual: los yos exfuturos alcanzan la realidad a través de la imaginación.
‘La
vida es como un relámpago entre dos largas noches’, decía Amado Nervo; o como 'entre dos oscuridades, un relámpago', decía Vicente Aleixandre. Reconozco
en la obra de Fellini mi propia interpretación sobre el tiempo. El relámpago es
como un escenario cargado de imágenes, unas reales y otras inventadas, Fellini
lo representa a la perfección.
Desde
este punto de vista no tendremos más remedio que darle la razón a Theuth y
quitársela a Thamus, y con ello a Sócrates, a Platón, y a Aristóteles, pues el
vacío que deja el olvido cuando la memoria se desvanece es ocupado inmediatamente
por la imaginación; aquí no hay escritura que valga, y sin ella, siempre hay
algo que desaparecerá para siempre.
Pero
también es cierto, pienso yo, que solo al tiempo pasado alcanza la luz del
relámpago, sobre el que siempre volvemos la mirada buscando seguridad y recursos
que iluminen nuestra vida; el tiempo futuro no deja de ser una dimensión
parecida a un túnel negro que nos conduce a la total oscuridad, donde habitan
los malos augurios e inquietantes premoniciones. Y no menos cierto es que también
el tiempo futuro terminará convirtiéndose en presente, esto es, parte de
nuestra propia historia.
Miramos hacia atrás y vemos con el color de nuestros ojos la luz de la memoria alumbrando el túnel, el lugar donde han quedado grabados todos nuestros errores, aciertos, rebeliones, sometimientos, éxitos y fracasos, que han ido conformando poco a poco la estructura de nuestra razón, que, aunque nos recuerda lo casual y absurdo que resulta estar vivo, también nos hace caer en la cuenta de que seguimos estándolo; algo providencial, pues termina convirtiéndose en nuestra última esperanza.
Madrid, veintisiete de mayo de dos mil doce.
Miramos hacia atrás y vemos con el color de nuestros ojos la luz de la memoria alumbrando el túnel, el lugar donde han quedado grabados todos nuestros errores, aciertos, rebeliones, sometimientos, éxitos y fracasos, que han ido conformando poco a poco la estructura de nuestra razón, que, aunque nos recuerda lo casual y absurdo que resulta estar vivo, también nos hace caer en la cuenta de que seguimos estándolo; algo providencial, pues termina convirtiéndose en nuestra última esperanza.
Madrid, veintisiete de mayo de dos mil doce.
NOTAS: (1) ‘Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: /
también la verdad se inventa’, en IX Proverbios y Cantares, XLVI Nuevas
Canciones. Manuel y Antonio Machado. Obras Completas. Editorial Biblioteca
Nueva. Madrid, 1978, pág. 904. Antonio
Machado dedicó ‘Proverbios y Cantares’ a José Ortega y Gasset.
(2) Agustín de Hipona. ‘Qué es el tiempo. Libro XI de las
Confesiones’. Editorial Trotta. Madrid, 2011, pág. 85.
Amarcord (En clase de Griego).