PILAR
Recuerdo tu mirada somnolienta y sorprendida al despertar cuando apenas habías cumplido los ocho años. Javier intentaba separar sus párpados mientras yo los abría del todo intentando entender lo que a nuestro alrededor estaba sucediendo.
En aquel entonces desconocíamos que la vida no es ni un bien ni un mal. Aún no sabíamos que se trataba de una oportunidad para hacerlo bien o para hacerlo mal.
Nadie nos había dicho que los seres humanos somos mortales e irrepetibles.
Compartimos unos padres buenos que desaparecieron pronto.
De ellos aprendimos que las cosas se consiguen con paciencia y esfuerzo.
Niños nacidos en la última parte de la posguerra, estuvimos rodeados por la escasez más tiempo del que hubiéramos deseado.
Elegiste a un hombre bueno y generoso y juntos tuvisteis dos hijos.
Descubriste que no se tiene una edad, sino que vamos ocupando transitoriamente el espacio de todas ellas. Entre todos los instantes de tu vida que han quedado grabados en nuestra memoria elegiremos los que mejor te representan. Algunos serán de tu infancia, otros de tu vida adulta, otros de tu vejez.
Serás el compendio de todos ellos.
Nunca llegamos a ser del todo viejos, pues nunca dejamos de ser del todo jóvenes.
Se lo pusiste muy difícil a la muerte y peleaste con ella a brazo tendido. Y aunque sabías que el camino era resistir y que el destino era claudicar, nunca luchaste en inferioridad de condiciones, pues creías que si estabas dotada de un alma inmortal no podías darte definitivamente por vencida.
Cuando fui a verte por última vez te dije cuánto te quería, te di las gracias y te pedí perdón, a sabiendas de que hacía tiempo que había sido perdonado. Dejé volar mi imaginación y escuché cómo las campanas del templo doblaban en tu honor. Comprendí entonces en toda su extensión las palabras de John Donne.
No necesité preguntar por quién estaban doblando aquellas campanas.
Supe a ciencia cierta que lo estaban haciendo por mí.
Mientras vivamos los que te conocimos tu memoria será conservada.
Sit tibi terra levis, decían los romanos.
¡Que la tierra te sea ligera, Pilar!
No apresures tus pasos.
Nos vemos en el camino.
Soto el Real, a 2 de junio de 2025
Pilar, Javier y yo en 1959