sábado, 2 de marzo de 2013

1. Diana


Llegó exhausto. Había viajado durante dos días. Primero, en coche desde Alpharetta a Philadelphia, después en avión hasta Milán, y desde allí a Madrid. Se encaminó a la facultad de derecho de la Universidad Complutense para encontrar a aquella mujer que había conocido tres meses antes en Mountain View y de la que se había enamorado. Hacía semanas que no atendía a sus llamadas telefónicas, que no contestaba a sus cartas ni a sus telegramas. Hay ciertas cosas que deben solucionarse cara a cara –pensaba–. 

Sentado en la puerta del aula donde según sus cálculos debería encontrarse aquella mañana, la esperó durante más de tres horas, pero ella no apareció. Hacía casi un mes que había fallecido en un accidente de tráfico.

Ese mismo día y en aquella misma facultad conoció a Diana. Fue duro sustituir un amor por otro, pero lo hizo.

«Que cómo lo sé. Diana me lo contó, es mi madre».




En Soto del Real (Madrid), a dos de marzo de dos mil trece.

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